27 noviembre 2010

Dolor visceral de aquel que reclama, equiparable a ese que pide a gritos ser oido y considerado. Agotamiento involuntario por asir con una fuerza bestial las ganas intrínsecas de querer dejar de sentir este vacío acelerado y creciente en la boca del estómago, no más que una clara señal del gran afán expuesto por tratar de aprender a ignorar la infumable certeza de que no podría ocurrir menos que echarte de menos. Es realidad que exige respuesta.

17 noviembre 2010

Ansío.

En la soledad del viaje ansío,
fenecerme de amor irremediable
bajo un manto de lascivia feroz
al abrigo cómplice de las sombras.

Hallarme escrutado por el semblante
febril de una mirada sucumbida,
que aguarda en sus párpados el delirio
del hombre claudicado a la lujuria.

Sentirme ensortijado a la cintura
mientras camina mi aliento tu ombligo
y estremeces de subito la piel
anhelante ya de lluvia infinita.

Todo de ti mi amor, es cuanto ansío
unos labios batiéndote incansables
sin condición, cuartel ni regla previa
en la penumbra hostial del medio día.

Unas uñas, horadando mis carnes
que se entregan sumisas al capricho
de tus picos, ávidos en su cumbre
de ser reoca entre mis manos labriegas.

Y unos ojos, que sucumban su luz
al ardor de tu húmeda intimidad
mientras suspriso ahogan la voz
que ha de repetirte mil veces...


V.Puchol

07 noviembre 2010

Desaparece.

No es sentirte cerca, es que lo estés.

02 noviembre 2010

Hoy puede ser el día que tú quieras. Es decir, puedes levantarte y mirar por la ventana y estar viendo un cielo azul, azul eléctrico, azul de verano, y pensar que todo merece la pena. O pensar que es demasiado temprano como para que empiece la rutina diaria y que además hace muchísimo frío y sólo te apetece meterte en la cama con el edredón hasta la cabeza. O puedes estar sentada, en una clase de cualquier asignatura tachada de coñazo total y pensar en que eso no es lo tuyo y que mejor marcharse de allí e irse al bar de enfrente a tomarse un par de cañas. Muchas veces paso por el kiosko que está de esquina en la avenida grande y pienso en comprarme un periódico, que luego me quejo de que no sé nada del mundo.
Puedes elegir si hacer café o no por la mañana, si echarle dos o reducir a una cucharada la dosis de azúcar porque el médico te ha dicho que no es buena para. También queda en ti el hecho de si empezar a dejar el tabaco con el cigarro de camino a la facultad. Pero siempre me decían que si quería dejarlo, que lo hiciera de raíz, que es una tontería fumar uno o dos cigarros menos. Yo qué sé, nos vamos a morir igualmente, ¿sabes?. Anoche me volví a asustar porque el bulto del pecho izquierdo que me descubrieron hace unos meses ha vuelto a crecer, y duele. No puedo elegir si asustarme o no porque pensando racionalmente, no puede ser bueno tener un bulto en el pecho,¿no?. Yo qué sé, yo es que todo lo relaciono con el tabaco y siempre creo que me estoy muriendo. Acabo de ver una foto de hace unos años en la que aparecen unas amigas, llevan ambas un jersey de color azul que siempre me ha encantado. Yo no me lo compré porque lo tenía casi todo el mundo y siempre me ha gustado ser un poco más original. Creo que me compraré uno ahora, ya que ha pasado de moda. Lo cierto es que me gustaba mucho.
Hoy, y desde hace un par de días, no puedo dejar de pensar en situaciones cotidianas en las que te veo a ti realizando diversas tareas. Imaginé qué cara tendrías de recién levantada, aunque ya me la conozca (pero es diferente porque aquella mañana no tenías que trabajar y nos quedamos en la cama un rato muy largo).

Se me han pausado las ganas de escribir.
Es la abstracta fragilidad que siento cuando escucho tu nombre o recitas algún fragmento de cualquier libro y te miro los labios como si pudiera ver cómo se dibujan las letras que salen de tu boca en ellos. Es eso lo que me taladra el subconsciente. Y luego imagino que te la muerdo y me quedo a vivir en ella, y nunca te lo he dicho pero siempre he estado convencida de que adoro el conjunto de tus dientes blanquísimos con el rosa de tus mejillas y el contraste visual que provocan. Y querer robarte un beso, una vez más, se convierte en una misión cada vez más obcecada pero complicada al mismo tiempo. Me matas a confusión. Hace tiempo que no nos sentamos en un banco a compartir palabras, o silencios, que a ti y a mí siempre nos resultaron menos incómodos, porque siempre fuimos al revés que todos los demás. Supongo que era todo lo que teníamos que decirnos: nada. Y aquella era la mejor forma de entendernos, tratando de adivinar durante esos prolongados abismos temporales el qué hacer con el silencio del otro, imaginando qué nos estaría diciendo si tuviese intención de mediar alguna palabra, al menos. Pero nada, parece que se atranquen en medio de la garganta y se torne casi imposible el mero hecho de dejar que se deslicen dos simples palabras tranquilizadoras por entre tus finos labios tan repletos de límites... Y en el fondo nos da igual.


Porque hoy tengo más ganas de quererte que nunca, y ni siquiera sé si existes. O si tienes nombre y apellidos y si fumas más de un paquete diario de tabaco o si tienes donde caerte muerta. Que nos lleven los demonios. Tengo más ganas que tus ausencias, y eso es una gran putada. Te estoy queriendo a la inversa.