29 septiembre 2012

Octubre te puede calar a infinidad de profundidades según el matiz que incorporen las circunstancias ajenas. Yo, por ejemplo, querría alcanzar la perfección, creo que le echaré un poco de café a este azúcar. Ando deslizándome sobre las puntas de los pies. Muero y resucito en cada caricia. Tengo multitud de visiones diferentes para todo, he dejado que el sentimiento de soledad imaginaria eche raíces en el pequeño y complejo hueco que le he reservado entre cada costillar. Aquí llueve al menos trece veces por semana, hasta calar. Nunca me pregunté en más de tres ocasiones por qué no me planté en todas aquellas puertas negras opacas y vetadas y me desgasté los nudillos reclamando lo que me pertenecía. Lo dejé pasar. Creo que no vislumbré que ya era hora de dejar de agarrarse por el propio cuello. Podría empezar a escupir y no cesar en todas esas caras de impasibilidad que tienen, con su siniestra sonrisa torcida mostrando los caninos, dejar deslizarse toda esa saliva de desprecio hasta sus pies. Imagino películas mudas en blanco y negro en las que todas las imágenes se suceden a muy poca velocidad. Menos de diez fotogramas por segundo. Estoy delante de alguien gritando, los brazos en tensión haciendo aspavientos y gesticulando de manera desagradable pero de efecto paliativo, las manos agarrándose al aire, la cara descompuesta por esa inyección venenosa de impotencia descontrolada. Quiero estampar esta mano abierta sobre su cara y clavarle la punta de los dedos en las cuencas de los ojos. Tengo rabia por no poder estallarle esta botella en la espalda. Me tiraría al suelo y me reventaría la piel de arriba abajo de golpear el asfalto, quiero anclarme algo en el pecho hasta que deje de quemar. Octubre quiere vomitarme todas las palabras que no dijo, dice que hay tristezas que es necesario llorar. Tengo fatiga de sociedad, estoy con las rodillas clavadas en el pecho, las palmas de las manos soportan todo mi peso sobre el suelo desgravado, la frente apunta hacia el blanco. Quiero doler, quiero destrozar algo, quiero desvelar todo mi cuerpo contra lo indestructible y negro. Quiero arañarle y doler. Quiero lanzarme contra esa figura neutral y abstracta y demolerla. Octubre. Quiero morderle y gritarle como un perro lleno de rabia. Quiero deformarla y separar sus átomos y hacerlo trizas.

Y entonces saltar esa fina línea que separa el delirio del amor y lanzarme contra su beso y recorrer con la lengua toda su anatomía. Quiero reducir todo su malestar a instantes paulatinos de placer. Quiero llorar de dualidad tristeza.felicidad rebosando el pecho que parece reventar. La felicidad y la tristeza se sienten más si se enquistan a partes iguales. Trescientos noventa y siete mil seiscientos veinticuatro orgasmos por segundo. Quiero huracanes de aliento desfogado, hacer el amor hasta abrirse el pecho en canal, dejar el corazón desprotegido, indefenso y desnudo. Dejarlo clavarse hasta el fondo, enamorarse de octubre, octubre...
Eres necesidad y odio a partes iguales, un arma de doble filo. Has violado la inocencia.

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